Orson Welles aterrizó en Inglaterra para protagonizar una película
que, sin él suponerlo, le traería una gran popularidad por su interpretación
del inhumano traficante de penicilina adulterada en El tercer hombre. Harry Lime (el personaje en cuestión) es uno de
esos malvados del cine que se recuerdan
siempre y cuya aparición, ya bien avanzada la película, constituye una de las
escenas más famosas de la historia del cine.
El tercer hombre es una película llena de momentos memorables.
Aparte de la aparición de Harry Lime, destacan también el encuentro en la
famosa noria vienesa, y la persecución final por las alcantarillas, todo un
prodigio de montaje y fotografía. De hecho, la película recibió el Óscar a la
mejor fotografía (Robert Broker) y, entre otros galardones, el Gran Premio al
director, Carol Reed, en el festival de Cannes. Estamos pues ante una película
que ha sido inspiración para otras del género, como podría ser Sospechosos habituales (Brian Singer,
1995) donde otro malo malísimo, Keyser Sozé, es una presencia desconocida pero
presente, al estilo de Harry Lime.
Pero, en vez de analizar los juegos de luces y sombras tan famosos y
que tanta influencia han ejercido en el cine de intriga posterior, prefiero
comentar la presencia de la ciudad de
Viena como espacio salvaje e inhóspito que esconde un gran secreto.
Recordemos que su protagonista, Holly Martins (Joseph Cotten) un
escritor de novelas baratas, llega a Viena para ver a su amigo de la infancia
Harry Lime (Orson Welles). La ciudad se encuentra en plena posguerra y está
dividida por los aliados, lo que ya desde el inicio se nos presenta como un espacio desigual, donde los trapicheos
y los delincuentes se encuentran muy a gusto y donde no es fácil vivir sino
formas parte de ese juego.
La cuestión es que Holly no se encuentra en su espacio. Todo el mundo
le insiste en que se vaya, pero él necesita saber qué ha pasado con su amigo.
Se resiste a marcharse y la ciudad aparece cada
vez más cerrada, más oscura, más peligrosa… A medida que la sombra de ese
desconocido “tercer hombre” va creciendo en su imaginación (Holly necesita
saber quién es), la ciudad de Viena también se vuelve más sospechosa y
amenazadora.
Para poner en escena esa sensación perpetua de engaño al que está sometido el personaje, el director opta por utilizar planos inclinados, desestabilizadores, y enfoca las calles nocturnas de Viena con mayor profundidad, donde resaltan los muros largos y oscuros, los pasillos húmedos y una luz de origen desconocido que ilumina débilmente el final del camino. Es una forma de decirnos que el personaje se está acercando a su respuesta, pero no lo tendrá fácil porque está constantemente perseguido, atrapado, vigilado…
Hay varios momentos donde vemos esta representación. Para mí, destacan
las miradas de gente desconocida que
se alternan en los planos para realzar el carácter de “extraño” que reside en
el personaje de Holly. Ya hemos dicho que nadie quiere verlo en Viena, pero él
no hace caso y la ciudad y sus habitantes le acabarán dando la espalda (veáse
la secuencia final). La misma función tienen los silencios de personajes que lo
rodean, como el portero de la finca, los amigos de Harry, la propia Ana…
También vemos a lo largo del film el uso del alemán (una lengua desconocida para el protagonista) como marca
inequívoca de su exclusión. En numerosas ocasiones Holly no entiende nada y se
siente perdido, especialmente cuando la insistencia de los vieneses le pone en
un apuro, como en la escena del niño delator.
Como vemos, la búsqueda de Holly por los entresijos de Viena y de los
secretos de su amigo Harry se realiza en un mundo ajeno a él, pero lleno de
vida. Edificios derruidos, escaleras interminables, alcantarillas sin fin… Viena vibra por fuera y por dentro y
parece “comerse” a Holly. Cómo no recordar esa noria que se alza a su espalda,
amenazante y provocadora, representación de ese juego que comentábamos antes.
La feria, la broma, suponen unas
reglas que Holly no comparte, lo que le lleva a traicionar a su amigo a pesar
de su larga amistad.
Ese tiovivo de personajes y situaciones queda aún más resaltado con la
banda sonora, la conocidísima
composición de Anton Karas, músico austríaco que el propio director encontró
tocando en un café de Viena y al que le ofreció realizar la banda sonora. Un
gran acierto ya que Karas, con una sola cítara, nos evoca la Viena alegre, la
Viena dorada, pero convertida en una máscara
de carnaval tras la que se esconde el más oscuro de los secretos.
The Harry Lime Theme
La noria de Viena impresiona en la realidad del mismo modo que lo hace en la pelicula. En sí, la ciudad, es un poco sombría; no tendrían muy díficil conseguir esos planos y esos espacios que comentas...
ResponderEliminarDebería verla no? Lo haré!!!!
Y yo debería ir a Viena y, entre otras cosas, visitar el museo que hay dedicado a esta película! ;)
EliminarPara el que quiera echar un vistazo a lo que ofrece este museo vienés, aquí os dejo el enlace:
http://www.3mpc.net/spansamml.htm