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14 de abril de 2013

The Host (La huésped): división alma-cuerpo entre romances cruzados. (Andrew Niccol, 2013)


De nuevo, una película marcada por un pasado, por una influencia, por una losa pesada que no le ha dejado avanzar. The Host (La huésped) se nos presentaba como la nueva “Crepúsculo”, en un intento más de alargar la saga más rentable de los últimos años. Tanto se ha acercado a ese universo crepuscular que, confieso, parecía que el espectador volvería a reencontrarse (con gusto o con disgusto) con Bella y Edward en su sosa relación adolescente. Nada de eso ha resultado al final, lo cual, sin duda, es de agradecer.


La nueva película de la factoría de Stephenie Meyer está basada en una de sus novelas. Por supuesto, lleva marca de la casa en cuanto a su peculiar forma de ver las relaciones románticas entre jóvenes que se acercan por primera vez al amor. No obstante, y dejando a un lado sus tímidos acercamientos al romance pasional, The host (La huésped), es una entretenida película sobre una invasión alienígena que posee a los humanos y los controla para mejorar sus vidas. Sin embargo, un grupo de hombres y mujeres resiste el dominio y se protegen para salvaguardar la humanidad y evitar la extinción. En ese contexto apocalíptico, uno de esos seres extraterrestres acaba arrastrado hacia el grupo humano por el empuje de la joven Melanie que se resiste a ser poseída.

Una compleja trama que expone la dualidad entre alma y cuerpo y cómo podemos dejarnos dominar por otras personas cuando nos controlan nuestra mente y nos convencen para que nos alejemos de nuestros seres queridos y de aquello que nos hace humanos. Casi parece estar en las antípodas de Crepúsculo, (pero sólo casi) que justamente permitía que Bella abandonara a los suyos y a sus deseos humanos para convertirse en una todopoderosa vampiro.


Entre las líneas de este planteamiento, la trama nos sumerge en una aventura de supervivencia (tanto la de Wanda/Melanie, como la de los propios miembros de la resistencia humana) y en una historia de amor a cuatro bandas, donde se plantea la imposibilidad de llevar tan complicado asunto por una sola persona. A pesar de esta enrevesada historia, ambos conflictos fluyen con inteligencia y dominio de la narración de su director (Andrew Niccol), que consigue mantener nuestra atención a lo largo de dos horas de metraje con numerosos acontecimientos de distinto nivel de complejidad.


Al contrario que en Crepúsculo, The host busca mayor perfección en la narración visual, más concreción en la historia y menos atención a los protagonistas, en un mundo donde son varios los personajes que atraen nuestra mirada por diferentes motivos. Veremos a un recuperado William Hurt y una maestra como Frances Fisher aportar experiencia al conjunto. Y una Diane Kruger, valiente buscadora, que encarna a la perfección a un personaje atrapado en un conflicto que la vuelve mezquina. Junto a los veteranos, encontramos nuevos rostros que emergen, como el de la protagonista Saoirse Ronan, muy alejada de la inexpresividad de Kristen Stewart, y la de los jóvenes actores Jake Abel y Max Irons, que, a pesar de su justita interpretación, dan credibilidad a la historia.


Puede que Stephenie Meyer no repita el éxito de Crepúsculo con esta nueva entrega de su universo literario, pero sin duda The Host (La huésped) está realizada con la voluntad de hacer las cosas mejor tras un aprendizaje serio en los anteriores rodajes. Meyer ha aprendido; ojalá esto se traduzca en más películas interesantes para los jóvenes y, por favor, no tan mojigatas. Ojo: en The Host (La huésped) sí hay besos, y hasta una brevísima e inofensiva escena de cama... A ver si Stephanie se lanza y se da cuenta de que estamos en el siglo XXI. En definitiva, y sin ser una gran película, The Host (La huésped) es buen cine para adolescentes y entretenida y amena para adultos.


Trailer oficial:


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