El último film de la trilogía en torno al héroe urbanita por
excelencia conocido como Batman continúa recaudando dinero en las salas
españolas. Ya no está en el primer puesto, pero un honrado (y suculento) segundo
puesto lo mantiene arriba a la espera de nuevos espectadores interesados en el
devenir del murciélago más famoso de los cómics.
Los seguidores del personaje es muy probable que ya la hayan
disfrutado, pero aquellos que, como es mi caso, simplemente teníamos curiosidad
de ver qué había hecho su director, Christopher Nolan, con esta última entrega,
aún estamos a tiempo de descubrirla. No sería una pérdida de tiempo, en
absoluto, pero aviso de que su largo
metraje empaña un trabajo muy bien hecho en cuanto a trama, fotografía y
diseño de producción, y su derroche de
acción es, en gran medida, excesivo. Posible dolor de cabeza y continuo
sonido estridente que parecía que iba a llegar el mismísimo Batman a la sala de
cine. Exagerado.
Vayamos por partes. Aparece un personaje malvado como pocos llamado
Bane, un mercenario sin escrúpulos que lleva una máscara al estilo de un
pitbull o parecido. Abundan las escenas violentas que provocan verdadero pavor,
puesto que el personaje refleja de
manera auténtica el poder de la violencia y su dominio. Mientras, el
millonario Bruce Wayne (Batman) está alejado de la sociedad, a la que ha
abandonado tras un largo periodo de tiempo. Evidentemente, reaparecerá para
salvarla del nuevo “joker” acompañado, esta vez, de una catwoman con mucho carácter e instinto de supervivencia.
Desde mi punto de vista, el argumento no se aleja del clásico
enfrentamiento del bien y el mal, base de las historias de superhéroes. Sin
embargo, es de destacar cómo Nolan
consigue dirigir un film que acerca tanto la trama como los personajes al mundo
actual, con la crisis financiera de trasfondo, y con un marco contextual
que bien podría ser Nueva York, Frankfurt o Madrid. Es decir, ciudades con un
centro financiero, cuyos ciudadanos se han visto abocados a la perdición por una
farsa que ellos no han provocado, pero que han sumido a la ciudad en las
tinieblas, en las sombras, en el mal absoluto.
La película tiene algunos diálogos de los que se puede extraer una segunda lectura de esta “guerra”, sin embargo,
los últimos minutos (que podrían ser prácticamente una hora) el film se entrega
de lleno en la acción y en el despliegue de persecuciones, tiros y lucha que
desdibujan este primer planteamiento. No es casual que los asesinos tomen la
bolsa de Gotham, origen del mal, ni que el salvador de esta crisis sea un
millonario arruinado por las especulaciones que, sin embargo, no teme morir por
sus ciudadanos. Es decir, entrega todo lo que tiene (dinero/vida) para crear
centros de niños huérfanos que habían perdido su subvención.
Más allá de esta aportación, también es destacable, cómo no, el papel
de los actores. Gary Oldman, como comisario torturado por la mentira que
provocó la destrucción; Michael Cane, con su emotiva entrega hacia el que fue
su ahijado; el propio Cristian Bale, que haciendo de Batman ya le tenemos menos
miedo; y por encima de todos, Anne Hathaway,
la catwoman más engañosa que hayamos
visto. Se mueve entre el miedo y la valentía, entre la duda y la
determinación, y no deja indiferente a nadie.
Y la fotografía y el diseño de producción me parecen fundamentales.
Luces urbanas, oscuridad por contrastes y tonos de fuego, inundan los planos,
donde cuando aparece Batman en su moto o la catwoman
con su sigiloso andar, todo parece que trascurre una noche cualquiera en una
gran ciudad. La sensación de realismo
acerca a la actualidad un personaje de cómic para llevarlo a luchar por un
mundo mejor y renovado, limpio ya de corruptos, pero también de tiranos que
puedan aprovecharlo. Y evitar así el caos del dominio ciudadano (no vaya a ser
que de verdad decidan ellos, añado).
En fin, no podía acabar de otra forma, estamos hablando de un
superhéroe americano, pero, no obstante, si le restáramos minutos y derroche de
acción, tendríamos un film redondo, pero parece
que quiera señalar continuamente la cantidad de dólares que se habrán gastado y
el gran trabajo de producción que lleva detrás. Innecesario y pesado.
Me quedo con una frase (aunque hay varias interesantes): Bane, el
asesino, toma la bolsa y uno de los broker
le dice: “Esto es la bolsa, aquí no hay dinero que robar”, a lo que el asesino
le responde “Entonces, ¿por qué estáis aquí?”. Lúcido y real, como la vida
misma.





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