20 de agosto de 2012

Prometheus (Ridley Scott): para la generación de Alien. Estreno: 03/08/2012

Ridley Scott, creador de obras imborrables como Blade Runner o Alien, el octavo pasajero, vuelve al género de ciencia ficción con un film que, según él, no se trata de una precuela como tal de Alien. Sin embargo, aquellos a quienes les gustara la película que hace más de treinta años nos aterró pensando que podríamos tener un alien dentro, se mueve con numerosas referencias al monstruo y al propio film, llenando el contexto de un aura más filosófica y planteando más preguntas que respuestas. ¿Consigue Scott sorprender o decepcionar? En mi opinión, ambas cosas. 

 

Por un lado, la factura técnica y escenográfica de la película es deslumbrante. Los títulos de crédito iniciales están llenos de espectaculares planos, con paisajes montañosos que recuerdan los tejidos nerviosos y celulares de los humanos. Hay una asociación visual entre la naturaleza humana y terrestre que nos sitúa en un camino: la intención del director de hacer una película que reflexione sobre el origen de la humanidad, la eterna pregunta que nos hacemos todos y de la que no obtenemos nunca una respuesta definitiva.

Encontramos a lo largo del film escenas muy elaboradas visualmente, especialmente al inicio, cuando se presenta al robot vagando por una nave espacial vacía, dado que el resto de la tripulación está hibernando. Encuadres fríos y medidos provocan sensación de aislamiento, al estilo de 2001, odisea del espacio. Destacan también las escenas del planeta al que llegan, su paisaje entre lunar y volcánico, y numerosos efectos especiales que llenan la pantalla de maravillosos y bellos hologramas. 



En este aspecto, la película hace que la expectativa sea alta respecto a lo que puede llegar a ofrecer. Sin embargo, el guión es pobre en exceso, los personajes, demasiado planos y repetitivos, y todo lo que ocurre resulta demasiado familiar y previsible. Digamos que Ridley Scott ha dejado pasar por alto el asunto de un guión más novedoso y ha optado por seguir usando casi el mismo esquema que la propia película de Alien, pero intentando ser más profundo. Nada nuevo ofrece en el aspecto narrativo, lo que nos lleva a la decepción de la que hablaba al principio.

Por otro lado, hay muchas preguntas abiertas que es posible que se acaben completando con nuevas entregas (es la moda de las trilogías), lo que puede hacer que el espectador salga del cine con cierta insatisfacción. Aplaudo el gesto en ciertos planteamientos, es mejor reflexionar un poco a que te lo den todo detallado; sin embargo en este caso más bien parece que estén mal cerrados en el guión antes que pretender que el espectador reflexione.


A pesar de todo esto, la más llamativa aportación para distanciarlo de Alien, la ofrece el personaje del robot, interpretado por Michael Fassbender. En todas sus intervenciones hay alusiones y explicaciones que ayudan a entender la historia. Además, su mirada fría, su expresión entre la indiferencia y deferencia, lo convierte en el ancla que amarra la historia: ¿el hecho de que creemos robots o criaturas o virus nos hace inmunes a ellos? ¿estamos libres de culpa? Por ejemplo, en uno de sus diálogos, David, el robot, y uno de los doctores, Charlie, tienen una trascendental conversación sobre el porqué de la creación, donde se plantean cuáles son nuestras intenciones cuando experimentamos y cómo eso puede volverse en contra.



Un cúmulo de preguntas entre las líneas de un guión vacuo, pero adornado con la facilidad de Ridley Scott de dirigir escenas verdaderamente fascinantes en el género de la ciencia ficción. Otra de sus buenas obras, pero sin la intensidad de su maestría.

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