Si hay un film que ha marcado al género de la ciencia-ficción, ese es
sin duda el que nos ocupa. Teniendo en cuenta el año de su producción y observando
sus espléndidos efectos especiales (por los que ganó un Óscar), uno se pregunta
qué pensarían los espectadores que la vieran en su estreno. No sólo es un
torrente de imágenes espectaculares y absorbentes, sino que también te arrastra
a profundas reflexiones sobre la vida, la muerte y lo que hay más allá de ellas.
Pero ¿es posible comprenderla en su
totalidad? Sería demasiado ambicioso pretender hacerlo, ya que quizá solo
Kubrick pudiera darnos esa respuesta.
De manera que, para no caer en conclusiones erróneas, intentaré
ofrecer un análisis desde el punto de vista de la narración visual, es decir,
aquello que uno como espectador puede ver y leer según su interpretación. Sobra
decir que solo es un análisis, y que existirán miles de aportaciones al tema
que tal vez sean más detalladas y acertadas. Me limitaré a un tímido
acercamiento, con el pavor de no encontrar nada en mi camino. Este film me
abruma por su cantidad de significantes y, por tanto, de significados.
Empecemos por el famoso monolito. Lo vemos al inicio, visitando a los
primates, que una vez lo descubren aprenden a manejar un hueso como herramienta
para destruir y dominar al semejante. El
monolito les ha traído información, les ha convertido en “humanos”, para
distinguirlos de los animales y controlar el mundo con sus inteligentes
herramientas.
Ese hueso, al lanzarlo al aire, se funde con una nave espacial,
uniendo los dos tiempos (el pasado y el futuro) y dándole una semejanza
simbólica: los huesos de los primates ahora son naves espaciales. La evolución
de los humanos los ha llevado al espacio. ¿Qué se encontrarán allí? Empieza
entonces la particular odisea de los
hombres en su búsqueda de vida extraterrestre, o lo que es lo mismo, en
busca del origen de la vida humana.
A partir de ese momento, la
película deriva hacia su vertiente más entretenida, donde se desarrolla la
trama. Los humanos han encontrado un monolito en la luna enterrado allí hace
unos cuatro millones de años: ¿quién lo enterró? Unas ondas de radio lo unen
con Júpiter y deciden enviar una tripulación especial a este planeta para
descubrirlo. Sin embargo, es una misión de alto riesgo y todo está bajo
secreto.
Kubrick maneja a la perfección la sensación
de misterio y tensión con planos imposibles (¡¿cómo coloca la cámara?!),
perfectamente medidos, simétricos, un ritmo lento y cadencioso, exasperante a
veces para el espectador que quiere saber y saber pronto. La soledad de los
tripulantes se pone de manifiesto en esos espacios estrechos, blancos, vacíos…
mientras suena música clásica, siempre como antesala del caos, de la nada…
Visualmente, destacaría también el diseño de las naves, los trajes de
astronauta (parecen gusanos, parásitos), la cápsula EVA… Todos tienen apariencia humana, como si te miraran con sus ojos
perfectamente nivelados. Por ejemplo, la nave que viaja a Júpiter, podría
parecer un gran espermatozoide tal vez en busca de su “óvulo”, donde engendrar
un enorme bebé y dar origen de nuevo a la vida.
A mi entender, esa semejanza es un medio para provocar temor al espectador,
ya que no hay nada que dé más miedo que un ser inanimado cobrando vida y, en
este caso, refuerza la presencia de HAL 9000, el ordenador con inteligencia
artificial que ataca a sus dueños: los humanos. La existencia de HAL es verdaderamente terrorífica y plantea la duda de
nuestro poder sobre la creación: ¿podemos los humanos crear vida, aunque
sea artificial? Hace cuatro millones de años un monolito (¿una divinidad?) nos
dio el don para usar herramientas, pero no para darles vida, y eso se ha vuelto
contra nosotros.
A pesar de todo, Dave (con el que nos identificamos dentro de esa
escafandra asfixiante) desconecta a HAL, acaba con el mal y termina él mismo la
misión. En esta escena, vemos como Dave saca una por una las piezas que dan
vida al ordenador, y observamos la similitud entre estas y los monolitos, a modo de vértebras de una espina dorsal perfectamente alineada en el espacio.
La película es esperanzadora porque aunque nos hayamos desviado del camino
trazado, la vida sigue y vuelve a empezar. Uno nace y muere, y tras la muerte,
volvemos a ver el monolito, origen de todo.
Un vaivén circular en torno a la vida y con la rica aportación al género de la ciencia ficción a nivel cinematográfico
(aventura espacial, efectos especiales hipnóticos) que deja su huella en
numerosos films, como, por ejemplo, la animada y tierna Wall-E, El árbol de la vida,
o, más recientemente, Prometheus, que
no esconde ni un ápice esta influencia.
Disfrutad, si no lo habéis hecho aún, de este perfecto vals interestelar de Kubrick y no olvidéis abrocharos el
cinturón: el viaje se presenta tranquilo y pausado, pero las turbulencias se
removerán por dentro de vuestro sistema nervioso. Para no olvidarla.




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