“¿Crees que los adultos son más inteligentes que los niños?” “No”,
responde Yanis “porque siempre dicen ‘No
sabes nada, no sabes nada’, y sí que sabemos cosas”. Y vaya si saben cosas,
tantas que te abruman, te sorprenden y te maravillan con sus respuestas
espontáneas y, algunas, meditadas.
Y es que el interés creciente por los temas educativos en Francia nos
regala una nueva película documental, heredera de La clase, con la que reflexionar sobre la importancia de la
educación de nuestros peques. A la luz de una vela, la profesora inicia sus sesiones de filosofía con niños de 4 a 5
años y les deja hablar y responder a preguntas sobre la vida, la muerte, el
amor o la libertad.
Tenemos ante nosotros un ejercicio fílmico que pretende que el
espectador atienda con calma las contestaciones de estos niños, que poco a
poco, y para nuestra sorpresa, van aprendiendo a expresarse, a pensar y a
plasmar ese pensamiento en palabras, en dibujos, con sus padres en casa… hasta
llegar a la bonita conclusión de que la
filosofía les ayuda a ser mejores
personas por el simple hecho de que piensan antes de actuar y de que se
hacen ellos mismos preguntas, sin necesidad de que nadie se las plantee.
El film deja que los diálogos sean completamente naturales. No hay voz en off y sólo se escucha el sonido
ambiente (ruido de sillas, mesas, gritos en el recreo, se percibe el frío, el
calor…), de manera que el espectador se
adentra junto con los niños en esa aventura y extrae después sus
conclusiones.
Para poner en escena el paso del tiempo (la película se desarrolla a
lo largo de dos cursos escolares), se alternan momentos en los que se informa,
por radio o televisión, de acontecimientos políticos, económicos o sociales en
Francia que nos acercan al fantasma de
la crisis que puede dejar desamparados a los colegios. Una forma muy visual
de plasmarlo, la encontramos en el plano de un andén de estación viejo y gris,
donde sólo un par de personas esperan un tren que nunca llega, símbolo de la
desesperanza ante la falta de recursos para la educación.
Por otro lado, a medida que avanza el film, se perfilan mejor los
personajes y se da protagonismo a algunos
de los niños, que desde el principio
ya demuestran su entrega y su capacidad de reflexión. Acompañamos a Louise, Kyria,
Abdheramene o Yanis en su periplo hacia la madurez, para descubrir que tenemos
mucho que aprender de ellos y mucho que ofrecerles todavía.
La película adolece, también es
cierto, de cierta fuerza narrativa,
se echa de menos una mayor presencia de los padres, su relación con ellos,
quizá, o con el colegio, pero tal vez sea para priorizar las conversaciones de
las sesiones de filosofía.
Documento único por su limitada distribución, se trata de un aconsejable ejercicio de aprendizaje para
los adultos. Si queréis ver las miradas tiernas de Kyria, el carácter
explicativo y explosivo de Louise o la sonrisa picaruela de Yanis, no os perdáis
esta joyita: es un balón de oxígeno para los que creemos en la educación, pues
da suficientes argumentos para seguir defendiéndola. Interesante para todos los
públicos.




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