El lado bueno de las cosas: trastornos y desajustes para hacer equilibrios en el límite

¿Puede el amor curarlo todo? ¿Utilizamos el optimismo para superar nuestros traumas? ¿Hay esperanza en el lado bueno de las cosas? La última película de David O. Sullivan navega entre trastornos de la conducta y desequilibrios emocionales para plantear que hasta en los momentos más desastrosos hay una salida. La familia perfecta no existe y asumir los defectos ayuda a sobrellevarlos. El lado bueno de las cosas es en su forma un drama que persigue dejarnos con buen sabor de boca.

No desvelo nada con esto, puesto que el título ya nos da a entender que la búsqueda de la felicidad es el objetivo de unos personajes que viven al límite y que no encuentran su lugar en un mundo difícil. Entre el humor sutil y el drama de sobremesa, El lado bueno de las cosas promete entretener al espectador con ese halo muy norteamericano de reflexión sobre la familia, el amor y la esperanza. Quizá para suavizar el ambiente y parecer que, de vez en cuando, buscan historias más humanas... Carne de cañón, pues, para los premios Óscar.

Y llegados a este punto, me gustaría señalar que, muy al contrario de lo que pudiera parecer, la película es desoladora en sus planteamientos, realmente triste, me atrevería a decir. El joven protagonista sufre trastorno bipolar y, para hacerlo más llevadero, se hace amigo de una chica que está superando su adicción al sexo. La relación entre personajes que se medican, que no mantienen un equilibrio emocional claro, es de lo más novedoso, pero lejos de ofrecer momentos alegres, la película nos muestra el universo desubicado de ambos personajes, especialmente el de él, cuyo padre, además, es maníaco compulsivo y supersticioso. Todos estos ingredientes, muy apropiados para crear una comedia ácida, sin embargo le sirven al director para acercarse al melodrama folletinesco y acercar la película a un desenlace incomprensible. Nos gusta el final, pero el desarrollo y la narración del film naufragan al pretender dotar al film de un aire que tiende a ser cargante y luego dulcificarlo con un happy end.

Por otro lado, vale la pena destacar el trabajo de los actores, especialmente Bradley Cooper, que llena la pantalla con sus gestos entre decididos e indecisos, entre alegres y violentos. Desde su triunfo en Resacón en las Vegas, éste ha sido su papel más importante y lo veremos sentarse en la gala de los Óscar para esperar que suene su nombre y levantarse a por la estatuilla. Robert de Niro repite registro, como de costumbre, a un buen nivel, y Jennifer Lawrence nos inquieta y nos deslumbra también con un papel fuerte y débil a la vez.

Película elaborada a nivel visual, con una cámara en constante movimiento que busca la identificación con los personajes, inquietos y abrumados por el vaivén de sus días, nos sumerge en la familia aparentemente "ideal" de EE.UU para cuestionar de nuevo sus anclajes sociales y convencionales, y de paso acercarnos a una emotiva historia de amor que sirve de herramienta para superar los traumas. Si queréis pasar un rato entre amargo y ameno, elegid El lado bueno de las cosas; al fin y al cabo nunca viene mal poner un poco de optimismo al día a día. Pero se echa en falta un poco más de riesgo, en esta cinematografía hollywoodiense de nuestros días que parece que sufra como estos personajes algo de trastorno bipolar. Esperemos que se le cure pronto...