8 de febrero de 2013

Los caballeros las prefieren rubias: la amistad como una joya preciosa (Getlemen prefer blondes, Howard Hawks, 1953)

De vez en cuando, vale la pena recuperar un clásico del cine norteamericano para darnos cuenta de cuánto lo echamos de menos. No quiero caer en la melancolía, pero es indudable que revisando películas como Los caballeros las prefieren rubias sentimos que algo de la magia antigua ha desaparecido y deseamos que hoy en día hubiera películas que nos alzaran del asiento con una sonrisa sincera, despierta y real.



El humor sutil a la par que absurdo se da cita en este film de Howard Hawks, todo un experto en hacer reír a un amplio público en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. De sus manos han salido joyas como La fiera de mi niña, Me siento rejuvenecer o Luna nueva, todas con cierto atrevimiento en los planteamientos del guión y su puesta en escena que las hacen clásicas e irrepetibles.

Pero si nos fijamos en Los caballeros las prefieren rubias veremos que sobre ella siempre ha caído una especie de velo superficial que la convierte en un objeto más bien naif y simplón. El hecho de estar protagonizada por dos mujeres cañón, especialmente Marilyn Monroe, y contener números musicales un tanto frívolos, han colocado a la película en un escalón medio, entre lo clásico y el olvido más absoluto. Durante un tiempo fue aplaudida; al pasar los años, parece que el sello de la igualdad y rechazo al sexismo en la sociedad condena a este film a pasar desapercibido al poner sobre la mesa temas que parecen ya superados.


Sin embargo, os invito a verla de nuevo con otros ojos, pues tiene suficientes puntos de interés para cualquier espectador. Para empezar, es muy entretenida y divertida, con un ritmo que no decae en absoluto y con números musicales muy animados y bien rodados e interpretados. Por otro lado, la puesta en escena de las dos chicas, tan explosivas y rompedoras, es encantadora. Jane Russell aprueba con nota alta al marcarse un personaje tan irónico y valiente. Y sólo por ver a Marilyn Monroe interpretando el número musical por excelencia de la película, ya vale la pena no perdérsela. Nos estamos refiriendo, claro está, a la canción Diamonds are a girl's best friend, que tantas veces hemos oído y que hace que movamos los pies a su ritmo cuando suenan sus acordes.

Hay más números musicales y todos son igual de interesantes. Llama la atención el interpretado por Jane Russell en una piscina, en la que está rodeada de jóvenes gimnastas en bañador que la rodean y la tiran al agua. Para ser una película de 1953 no deja de sorprender este detalle. También su actuación ante el juez convertida en rubia e imitando a su amiga Lorelai moviendo las caderas y los hombros en medio de la sala de vistas no tiene desperdicio. Momentos únicos en una película única que convierte a las chicas en abanderadas de su cuerpo y su inteligencia para salir airosas de cualquier situación.

Y a este punto quería llegar yo, que siempre intento mirar desde otros ángulos. Creo que la gran aportación de este film, por encima de su aparente superficialidad y sexismo, es precisamente servirse de esas herramientas para contradecirlas. Me explico. Es de agradecer que las protagonistas absolutas de la película sean mujeres y que no queden eclipsadas por ninguna figura masculina. De esta manera, son ellas y sólo ellas las que desarrollan la acción, inventan sus argucias para salir del paso, viven emocionantes aventuras de supervivencia y demuestran que no necesitan a nadie para triunfar, sólo ellas mismas y su amistad.




Es inusual encontrar historias donde haya heroínas, donde las mujeres sean ingeniosas y valientes sin ayuda de los hombres y donde la comedia y el humor no resida en asuntos soeces, sino en sutiles comentarios y diálogos que dejan ver la ironía de la vida. Al estilo de Tony Curtis y Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco, Marilyn Monroe y Jane Russell divierten al personal en su huida y búsqueda de una vida mejor, como jóvenes mujeres de un origen rural y modesto cuyo objetivo siempre ha sido la supervivencia.

Esa supervivencia es la que provoca que Lorelei Lee desee tanto el dinero y las joyas, algo que ha aprendido que es necesario para vivir y ser feliz. Su amiga Dorothy no lo tiene tan claro y desea encontrar el amor auténtico y no basado en el dinero. Ambas representan la dos caras de la misma moneda: el amor y el dinero que todos buscamos en nuestra vida para alcanzar la felicidad. Si los hombres las prefieren rubias y guapas, las mujeres los prefieren ricos y atléticos, porque somos humanos y todos tenemos derecho a ser superficiales alguna vez, no sólo los hombres.


Lorelai lo analiza con inteligencia al final de la película, en un diálogo esclarecedor y rotundo. Y vemos a las dos amigas caminar hacia el altar analizando, incluso en ese momento, los pasos que han de dar antes de decir "Sí, quiero". El plano final de las dos amigas nos acerca a esos "diamantes" que representan la auténtica amistad, la que las ha unido desde el principio hasta el final y que las convierte precisamente en eso, en las mejores amigas que una mujer pueda tener. ¿No os parece divertida Los caballeros las prefieren rubias? Os aseguro que lo es, y de vez en cuando, aunque no haya mucha más trascendencia, se agradece la comedia limpia y clara como diamantes pulidos. Inolvidable...

1 comentario:

  1. Gran película, entretenida y con más mensaje del que aparentemente podríamos imaginar... para volver a verla! y totalmente de acuerdo contigo: una buena amistad y alguien con quien poder contar, ese es el mejor diamante.

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