Este jueves 31 de mayo, Televisión Española emite en su ciclo de
clásicos Historias de Filadelfia,
película mítica en el género de las comedias románticas que merece la pena
revisar de vez en cuando.
Su importancia, a mi juicio, radica en ser un film elegante,
sofisticado y representativo del star-system
de la época, con unos actores deslumbrantes y con decorados, música y
fotografía de estudio. Un film agradable de ver, de disfrutar y de embelesar al
espectador a cada momento, y con unos diálogos con chispa, mordaces y sin
respiro que te mantiene atento a cada secuencia.
Por otro lado, quisiera destacar los aspectos más característicos de comedia romántica que podemos
entrever en el film, teniendo en cuenta que el género en sí mismo estaba
viviendo su mejor momento. Como podréis observar, muchos de esos aspectos son
comunes a las películas de pareja que tanto conocemos, de hoy y de siempre, por
lo que vale la pena reconocerle a Historias
de Filadelfia y a su director, George Cukor, su aportación al género.
La película se desarrolla a lo largo de 24 horas, una jornada en la
que se celebrará la boda de la rica Tracy Lord (Katherine Hepburn) con un
hombre igualmente rico pero aburrido y simplón. Al evento, acude un periodista
(James Stewart) que descubre que el futuro marido de Tracy no es el adecuado.
Asimismo, el ex-marido de Tracy, Dexter (Cary Grant) también intenta
recuperarla, lo que desemboca en un lío amoroso a cuatro bandas.
Comentaré algunos de los rasgos de comedia romántica más destacados
del film. Para empezar, el personaje
femenino es el que tira del hilo argumental. Se quiere casar con otro
hombre radicalmente diferente a Dexter como venganza hacia él. Lo que le sucede
a Tracy es que necesita conocerse mejor, dejar de ser una mujer intocable e
idealizada por todos los hombres (es hermosa, rica, elegante…) para convertirse
en alguien de carne y hueso. Este aspecto es constante en la comedia romántica:
la mujer que está inmersa en un proceso
de transformación, puesto que es el único camino para volver con su pareja,
en este caso, con Dexter. De ahí que siempre haya una separación previa, es
decir, un alejamiento o un tercero en discordia, que actúe como contrapunto.
Por otro lado, en Historias de
Filadelfia, además, existe un cuarto personaje: el periodista. Él
encarna una profesión liberal, independiente, aventurera y cercana a la calle.
Es natural que acabe siendo un foco de atracción para Tracy que ve en él sus
propios anhelos de cambio. No por casualidad se emborracha con él y acaban los
dos detrás de un arbusto… Cuando vuelven, algo le ha pasado a Tracy, no sabemos
exactamente qué, pero intuimos que es básico en su transformación. Este es uno
de los momentos más importantes de la película: aquel en el que Tracy aparece
en los brazos del periodista, cuando ya ha sucumbido a la naturalidad y podemos
decir que se ha vuelto humana.
Habitualmente, en el género de la comedia romántica de aquella época,
vemos constantes ataques a los convencionalismos.
En esta película es patente esta denuncia, puesto que son las normas sociales
lo que atan a Tracy a su estatus y la alejan de lo cotidiano. Ella necesita
desembarazarse de esas ataduras, y qué mejor que hacerlo encaminada por un
periodista que pertenece a otra clase social. Esa libertad es la que ella
necesita para conocerse a sí misma y madurar.
Para abordar con ironía este ataque, los diálogos son los mejores aliados de este film. Es a través del
lenguaje como los personajes se alejan o se separan. Cuando Tracy haya
“resucitado” convertida en una mujer nueva, habrán pasado muchas cosas, entre
ellas numerosas conversaciones ingeniosas que habrán guiado al personaje hacia
su decisión final.
Es importante también fijarse en los espacios y en la clase social de
los personajes. Los convencionalismos residen sobre todo en la clase burguesa,
acomodada. Tracy vive en un estado continuo de satisfacción material, sin
embargo, no es feliz. Suele ocurrir que en estas comedias, el dinero no es lo importante (porque lo tienen, les sobra), algo
necesario si queremos poner el foco en el amor y denunciar restricciones
sociales. Ellos solo han de preocuparse por ser felices y, de paso, hacernos
felices a nosotros.
Podríamos decir mucho más de este film, de la comedia romántica o de
los actores, tan brillantes y tan acertados. Katherine Hepburn y Cary Grant,
encarnaron durante un tiempo esa pareja ideal de las comedias del género y
representan simbólicamente los personajes tipo que los caracterizan. Dejaremos
estos aspectos y otros para más entradas. De momento, disfrutemos de nuevo de
esta película y revivamos la comedia romántica norteamericana de los años
treinta y cuarenta, aquella que supone la base de un género que, en épocas de
Depresión (hoy en día, de crisis, de ahí su revitalización actual) nos regalan una
sonrisa a los espectadores.




No hay comentarios:
Publicar un comentario