Todos conocemos la importancia de Toy
Story en el contexto de la producción cinematográfica: fue la primera
película realizada íntegramente por ordenador y supuso un antes y un después en
el cine de animación infantil.
Sin embargo, me gustaría detenerme en otro aspecto que, desde mi punto
de vista, es de lo más enriquecedor de este entretenido filme: la conjugación
en la propia narrativa de las formas tradicionales y las más avanzadas
técnicas. Me refiero al diseño digital de juguetes tradicionales (fascinación de lo tradicional a partir de la
fascinación por lo digital); a la irrupción del superhéroe tecnológico en
un universo infantil de papel, de tela, de cartón, de plástico… Es uno de los
grandes aciertos, a mi juicio, de Toy
Story y merece la pena pararse a reflexionarlo. Veréis.
Cuando Buzz Ligthyear entra en escena, despierta los celos de Woody,
hasta entonces el juguete preferido de Andy. El resto de juguetes, incluido
Woody, saben que son efímeros y viven pendientes de su supervivencia. Sin
embargo, Buzz no es consciente de ello y cree que, efectivamente, es un
guardián interestelar y está dotado de múltiples posibilidades gracias a su
tecnología. Woody intenta desbaratar la
lógica de Buzz, pero no lo
consigue y entra en conflicto con él. Es en este momento donde empieza un
enfrentamiento entre lo tradicional y lo moderno puesto en escena gracias a
estos entrañables personajes.
Vemos entonces un choque entre
dos concepciones del mundo distintas: la de las nuevas tecnologías,
encarnada por un juguete de última generación, asombroso por su capacidad de
fascinación y sus múltiples posibilidades tecnológicas que puede llegar “hasta
el infinito y más allá…”; y la más antigua, con un juguete ya pasado de moda,
un mecanismo precario para hablar, encarnado por un sheriff del antiguo oeste.
Una oposición entre el héroe de antaño
(el vaquero al estilo de James Stewart) y el héroe moderno (el astronauta, con un aire de Arnold Schwarzenegger);
entre el espacio de batalla desfasado (el oeste) y el actual (el espacio), más
adecuado al mundo informático de hoy en día.
Los contrastes entre los dos personajes son clave para poner en escena
esa dualidad del mundo. Pero sabemos que ambos acaban por entenderse, luego
estamos ante un film que aboga por superar
los malentendidos y alcanzar la convivencia. ¿Cómo se logra?
Para alcanzarlo, hay dos momentos mágicos: Woody se acerca al universo
de Buzz hablando en su lenguaje. Recordemos el momento en el que Buzz levanta la
pequeña puerta de su brazo para hablar con alguien inexistente. También tiene
un láser (una "bombillita que parpadea", como recalca Woody) y unas
alas que se despliegan al tocar un botón. Buzz está dentro de la tecnología, es
representante de la novedad y la evolución informática (como la propia
película); pero tiene un problema que Woody no tiene: un conflicto de identidad, sólo reconoce su propio mundo. Por eso Buzz
dice que tiene una nave espacial, un láser, que puede volar... mientras Woody
le dice que la nave es una caja de cartón; el láser, una bombilla y las alas
son de plástico. Woody sí es consciente de su papel y sabe que su vida es
efímera: existirá mientras Andy quiera. Para poder acercarse a él, Woody tiene
que “engañarlo”, aproximarse a su mundo.
Para lograr que ambos se pongan de acuerdo, el vaquero le dice a Buzz que van a
tomar una "nave espacial" cuando, en realidad, es el coche de las
pizzas.
El otro momento clave lo
encontramos cuando Buzz se reconoce a sí
mismo como un juguete en un anuncio de televisión. Es un momento
traumático, puesto que es inesperado y le desvela la cruda realidad: que es tan
sólo una máquina.
Como vemos, ambos han
cedido en algún aspecto: Woody en su
aceptación y Buzz en su propio reconocimiento personal. Su reconciliación
supone la paz entre las formas tecnológicas tradicionales y modernas, ya que
ambas pueden ofrecer cosas interesantes si se juntan y colaboran. El contexto no sólo ha cambiado el formato de una película infantil,
sino también las formas de hacer y ver cine, de las que Toy Story fue una reflexión en su momento y un ejemplo, el primero
de otros muchos que vendrían después y que han constatado, precisamente, el
buen estado de forma del cine de animación.
Por lo tanto, no tengamos
que elegir entre uno u otro, entre la tecnología o su rechazo. Quedémonos con
los dos, si eso supone crear y hacer avanzar la creatividad en el cine, que, al
final, es lo que importa; la tecnología como medio, y no como fin, de la mano
de las formas más clásicas de narración, para acercarnos el mundo y
entretenernos como siempre y fascinarnos con su deslumbramiento como nunca.

Interesante reflexión sobre la convivencia de lo tradicional con las nuevas tecnologías a través de una película de animación, aparentemente infantil... y muy divertida!
ResponderEliminarMe encanta Toy Story, la mejor peli!!!!!!!!!!! Pero no sólo la primera, las otras dos tambien son geniales
ResponderEliminarla pelicula es muy divertida y personalmente a mi me encanta.
ResponderEliminar